lunes, 29 de mayo de 2017

Suiza, tierra de sueños

Al cabo de unos días de saber que tenía la posibilidad de cogerme unas semanas de vacaciones en el trabajo me escribe mi hermano diciendo que si queríamos hacer un viaje juntos. En un principio, mi idea era ahorrar todo lo posible para después de verano irme por ahí, y aunque esa sigue siendo el plan, tendré que trabajar algo más para llegar a la cantidad aproximada que quiero ahorrar para la siguiente aventura. Pero, el hecho de que nunca hubiera ido de viaje con mi hermano y que coincidiéramos esas semanas libres, hizo que al final me decidiera por hacerlo. Sabía que esto retrasaría un poco mis planes pero que, sin duda, iba a merecer la pena.

Después de mirar distintas posibilidades y destinos nos decidimos por visitar Suiza, por decisión propia y, por decisión conjunta, Munich, Liechtenstein, Vienna, Bratislava y Budapest. Seis países en 9 días, algo ambicioso pero posible. En esta entrada del blog hablaré principalmente de Suiza y ya cuando tenga algo más de tiempo, escribiré sobre el resto de países/ciudades visitadas.

¿Por qué Suiza? Pues bueno, uno de esos tantísimos días en los que se te van las horas haciendo nada en Facebook me encontré con un vídeo de un chico en un tobogán en medio de las montañas, en Kandersteg. Recuerdo haberlo visto infinidad de veces y decirme, "ahí tengo que ir yo, qué pasada de sitio". Pues sin nunca haber tenido Suiza como destino a corto plazo, se puso ahí en la cabeza desde hace como un año. Es un tobogán (por llamarlo de alguna manera) en el que te deslizas por 750m de bajada con unas vistas increíbles en medio de los alpes. Para llegar, hay que coger el teleférico que sale 20 francos suizos (que equivalen más o menos a 20€) y el tobogán cuesta una tirada 5€ o cinco tiradas 20€ (y, evidentemente, no fuimos hasta allí solo para tirarnos una vez, ¡se hace poco!). Como sorpresa, una vez estás arriba hay una caminata de al menos veinte minutos que te lleva al lago Oeschinen. Creo que en mi vida había visto un lugar tan bonito como ese, lugares así me hacen sentir enano, me hacen sentir que el espacio que ocupamos en el mundo es nada (qué profundo...). Si en Gran Canaria hay lugares mágicos que no conocía después de llevar viviendo allí 28 años, ¿cómo no los va a haber por todo el mundo?

 
Como todo esto lo vimos/hicimos en nuestro último día en Suiza, vamos a "deslizarnos" al inicio del viaje. Yo había vuelto desde Madrid para pasar unos días antes en casa y salir con mi hermano desde Gran Canaria con vuelo directo a Munich con Norwegian Airlines. Una vez allí, alquilamos coche con Hertz y nos fuimos directos a Zurich, aproximadamente unas 3 horas y media de trayecto, cruzando frontera con Austria y ya a Suiza. Para conducir en Suiza sin ser multado hay que pagar una "viñeta" que se pega en el cristal del coche por una cantidad de 38€ y tiene una validez de un año y no hay manera de pagar menos aunque sea para visitarlo dos días. Creo que hacía falta también en Austria (por 10€ o algo así) pero como solo cruzamos frontera cuando conducíamos decidimos no pagarla. Estas viñetas se pueden comprar en las gasolineras cercanas a las fronteras de los países.

Zurich fue, a nuestro parecer, pequeñita y encantadora. Llegamos cuando ya estaba oscureciendo y la ciudad lucía preciosa y llena de vida. Para ser un día entre semana había mucho movimiento y nos encantaron las luces y cómo se veían los edificios durante la noche y los reflejos con el río Limmat, que cruza la ciudad y acaba juntándose con el lago de Zurich. Al dia siguiente, decidimos levantarnos a las 6:30 para ducharnos, desayunar algo cerca del río y explorar la ciudad. Esa noche, sabiendo de lo caro de la ciudad, buscamos un Mcdonalds pensando que estaría bien de precio y acabamos pagando 16€ por un menú, habiéndolos de hasta 20€...¡suerte amigo!
   
       
Desde ahí salimos a Vaduz, la capital de Liechtenstein, que se encuentra a una hora y media de Zurich y pasamos un rato viendo el centro de la ciudad, destacando la iglesia y el castillo, que nos encantó. Aún recuerdo la paz y el sonido de los pájaros cuando estábamos cerca del castillo.

Una vez terminamos con Vaduz nos fuimos a Locarno (donde dormiríamos esa noche), dejamos las maletas en el hotel (con unas vistas geniales al Lago Maggiore) y salimos rápido a Lavertezzo, otro de los motivos por los que quería ir a Suiza.
          
Aunque la razón principal siempre fue el tobogán, siguiendo algunas páginas de Instagram sobre viajes me encontré con otro lugar increíble. Un río de aguas cristalinas, el Verzasca, que se encuentra en Lavertezzo. Fue verlo y pensar, "algún día me bañaré ahí, qué pasada de sitio". Pues después de subir media hora en coche desde Locarno, llegamos a ver un poco escondido el famoso puente de dos ojos característico del lugar. 
Fue bajarnos del coche y alucinar, cómo era posible que un lugar así se encontrara ahí, en medio de la nada. Me vinieron a la cabeza todas las fotos que había visto del sitio y ninguna de las imágenes podía hacer justicia a lo que suponía verlo en directo. Después de unas cuantas fotos, de explorar y asimilar lo bonito del lugar, decidí darme el baño. Aunque hacía bastante frío y el agua estaba helada, sabía que si no me daba un baño iba a arrepentirme siempre. Así que, después de pensármelo varias veces, fuera ropa, me pongo el bañador y pa' dentro. Creo que tardé más en salir que en entrar, jamás me había bañado en agua tan fría pero cumplía uno de mis sueños. Un lugar grandioso...
                      
 Al día siguiente, fuimos camino a Grindelwald, por otra de las fotos que había visto en Instagram durante las navidades. Dimos un paseo por la montaña, intentamos subirnos a un tobogán diferente que había ahí pero lo abrían a las dos semanas, cuando el tiempo acompañara más. 

De ahí salimos a Interlaken y nos quedamos en un hotel súper auténtico: todo de madera, con una pequeña terraza y con habitación con vistas al río que estaba justo al lado. Un lujo dormirse y despertarse escuchando el agua correr.


Para la cena, como en muchos de las otras ciudades buscamos recomendaciones en Tripadvisor. Acabámos en un hostal que era famoso, entre otras cosas, por sus hamburguesas. Nos atendió e hizo las hamburguesas un chico muy agradable de Nottingham (Inglaterra), por lo visto, empezó a trabajar en una temporada de invierno y sigue ahí encantado después de 3 años. 
En nuestro cuarto día, en teoría íbamos directamente a Berna pero después de haber leído en un blog la noche anterior de dos paradas que habían hecho dos viajeros en el camino desde Interlaken, decidimos incluirlas también en nuestro viaje. Comenzamos parando en Spiez, con su precioso castillo al lado del lago, perfecto lugar para comernos algo y disfrutar de la serenidad que se vivía. Solo había unos cuantos asiáticos por allí y de resto se sentía una calma impresionante. Otro lugar en el que te sentías diminuto, tremendo lago entre montañas en este pintoresco pueblo pesquero.

La segunda parada la hicimos en Thun ("tá cuá pum pum, bocadillo de atún"), esta pequeña ciudad tenía mucha más vida que Spiez y se experimentaba mucho más ambiente y movimiento, con gente comiendo en las terrazas, paseando y muchos más coches de los casi inexistentes en Spiez. Como principales atracciones tenía un castillo, una iglesia y el río cruzando la ciudad con unos puentes de madera enormes.
        
Una vez en Berna, dejamos las cosas en el hotel, nos tomamos un cafecito en la terraza hecho con la máquina Nespresso que tenía y vuelta a patear por el centro.  Descubrimos, después de pasarnos pagando aparcamiento todos estos días que, con una tarjeta que se obtenía de manera gratuita, podíamos dejar hasta hora y media el coche sin pagar en determinados lugares de la ciudad. Empezamos en el mirador del Jardín de las Rosas, donde las vistas de la ciudad son impresionantes y bajamos hasta la fosa donde se encuentran los osos (el símbolo de la ciudad de Berna), que se pueden ver desde la parte de arriba. Jamás había visto osos desde tan cerca y aunque no estaba de acuerdo con que estuvieran en la fosa, me siguió pareciendo igual de impresionante. Seguimos adentrándonos en la ciudad para ver las famosas fuentes y la Torre del Reloj, hasta llegar a la Catedral de Berna. Finalmente, terminamos la ruta con el Palacio Federal y un pequeño mercadillo que hay a las afueras de él con música que creemos que era típica y degustando algún que otro queso y chorizo que tenían en exposición.
           
Como conclusión propia (y creo que mi hermano también coincide en esto) Suiza me parece un país carísimo (y lo digo después de haber estado en Islandia en Enero), a la par que alucinante en cuanto a paisajes y su naturaleza, en el que se vive relajadamente y donde la gente es muy civilizada. No recuerdo escuchar ningún grito por la calle ni gente haciendo escándalo.
En cuanto a la conducción, había leído que Zurich era "radarlandia" y que la gente no se pasaba ni un km/h de más pero nuestra experiencia en el país me dice que sí que es cierto que no conducían a una velocidad desmesurada pero sí que pasaban del límite de velocidad al menos unos 10-20km/h por autopistas e imagino que frenando para evitar los radares en las zonas de ciudad. En cualquier caso, nosotros íbamos copiando a todos los que tenían matrícula Suiza y, esperamos no recibir ninguna multa en el futuro.

Y con esto, que me llevó más tiempo del esperado, queda pendiente el resto del viaje.

¡Nos vemos pronto!








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