Cuestión de modales

Aún sigo sin hablar de qué tal fue todo en el campamento, mientras tanto, aquí dejo algo a lo que le di bastantes vueltas durante las primeras semanas allí:

Cada día me alegro más de la buena educación que mi familia en general y mis padres en particular me han dado. Y es que hay gente que de modales sabe lo que yo de alemán, ni lo básico. Cosas tan fundamentales como pedir algo por favor, dar las gracias o los buenos días son cosas que considero esenciales en una persona. Recuerdo miles de momentos en los que mis padres me hacían saludar cuando llegábamos a cualquier sitio, dejar salir antes de entrar, pedir con maneras, respetar… Y el caso es que llevo compartiendo mi verano con niños ricos que tienen de todo, niños que dan por hecho que merecen sea lo que sea que pidan, se lo hayan ganado o no. Me hace pensar lo afortunado que fui y que soy teniendo los padres que tengo, con una familia que se preocupó y preocupa porque las buenas formas estén siempre presentes en cualquiera que sea la situación. 

Yo tampoco me puedo quejar, por suerte nunca me ha faltado de nada. No hemos heredado ninguna fortuna,  ni tampoco ganado la lotería, pero lo que sí que es cierto es que mis padres me enseñaron que las cosas hay que ganárselas, ya sea la confianza, el respeto o los privilegios.

Hoy que estoy en casa, también me paro a pensar en que muchas de las cosas buenas que pasaron allí han sido por eso: en cómo fui uno de los pocos que tuvo el privilegio de llevar la antorcha en los Juegos Olímpicos de entre los 250 que éramos, de ser invitado al viaje de Canadá, compañeros ofreciéndose para dejarme su coche o para llevarme a las 6 de la mañana a la estación de tren.  Una vez más, agradezco a mis padres que no se hayan tomado lo de tener hijos como un juego.